En julio pasado, el estado argentino emitía una licitación para distintas empresas europeas, cuya francesa Alstom, para la realización de una línea de alta velocidad entre Buenos Aires y Rosario.
¿Este sobresalto significa que las políticas de este país toman finalmente conciencia de la importancia del tren en un país donde el avión y el autobús lo suplantaron desde hace tiempo? ¿Bastará para recuperar el tiempo perdido? 
Sin embargo, todo había comenzado bien. El 30 de agosto 1857,32 años solamente después de la puesta en servicio de la primera línea ferroviaria del mundo en Inglaterra, Argentina inauguraba la línea Buenos Aires - Floresta (10 kms). En 1880, contaba 2500 Kms de vías, 28000 en 1910,40000 en 1930 y se situaba entonces a la 3ra fila del continente americano detrás de los Estados Unidos y el Canadá, teniendo 43% de la red ferroviaria de Sudamérica.
Paradójicamente, es este frenesí constructora que precipitó la decadencia del tren. Las sociedades Británicas, Francesas o Americanas, a las cuales se habían asignado distintas concesiones, entabladas en una competencia desenfrenada, se concertaron así nunca para establecer una red homogénea por lo que se refiere a la anchura de las vías.
A eso se sumó el desinterés de las políticas a salir de la 2da Guerra Mundial. El material móvil se hicó cada vez más vetusto y la red cayó en barbecho. La nacionalización de los ferrocarriles argentinos en 1965, resultó por un déficit crónico representando más de un 1% del PIB. Al final de los años 80, 55% de las vías eran casi inutilizables.
En 1991, la decisión contraria se tomó, pero hay que reconocer que la privatización apenas mejoró el estado de la red ni el del material. Algunas porciones están hoy todavia en tal estado (incluso en Capital), que obligan los trenes a circular al paso para evitar que el balasto o que un puente se hunde. Extrañadamente, sin embargo, el servicio sigue, regular, puntual cuando lo puede, hasta la última estación del último "pueblo" de la Pampa, abandonado desde hace mucho tiempo...
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